miércoles, 25 de noviembre de 2009

Soledad

En la Ciudad de México (bellísima, de ensueño) hay millones de habitantes... unos dicen que siete, otros que veinte, al final no dejan de ser muchos. El reloj no marca ni las seis de la mañana cuando salgo de mi casa rumbo a la escuela. Simpre el cielo es negro, a veces gris, pero nunca se asoma el sol... pienso que en Cuba, Nueva York o en España sí hay luz natural.
Como topo me meto en la cueva del metro, rodeado de otros tantos con ojos de preocupación o cansancio. El metro es un lugar cálido, inseguro, lleno de tocamientos sexuales y asexuales, lugar de encuentros, engaños, pasiones y hasta el perfecto cuarto de estudio para aprovechar el tiempo.
El campus central de la universidad está enclavado en la ciudad caótica. Los murales, la arquitectura... todo el conjunto hace un espectáculo visual imposible de olvidar. Y aún ahí miles de personas se abren paso, unas tantas en autos lujosos, otros como yo caminamos, pero todos ocupamos un mismo lugar en un salón de clases.
Y en ese salón de clases con medio centenar de personas sigo siendo un desconocido. La soledad se manifiesta a todas horas. Pronto la universidad pierde su significado, no es un lugar, son almas sin guardar calma. Mi propia naturaleza, el ser "social" que soy se traduce en un ser dependiente de lo que otros hacen.
Unos nacen solos buscando una compañía. Entre tantos millones habrá alguien. Se extrañan ellos que haya personas que eligen estar solas... simple elección, la soledad no lastima, pero mata rápidamente.